Totalmente de acuerdo.Antes de mi novio actual (bueno, actual desde hace doce años), tuve otro con una polla brutal. Cuando íbamos a follar en su coche, manteníamos un diálogo que era casi siempre el mismo, como una especie de ritual:
-Tengo dos cosas para ti. ¿Quieres verlas? - me decía.
-Sí, claro.- le respondía yo, sintiendo ya escalofríos en la espalda.
Entonces se remangaba, flexionaba su bíceps y me lo mostraba:
-La primera cosa es esta. Mira qué bíceps, qué puta bola. Mira las venas. Toca, toca sin miedo.
Yo acariciaba aquel brazo trabajado, fuerte, que me excitaba tanto. Seguidamente me decía:
-La segunda cosa que tengo para ti es el monstruo. ¿Quieres verlo? ¿De verdad?
-S..sí. - contestaba yo, respirando cada vez más intensamente.
Abría la cremallera del pantalón e introducía su mano grande para agarrar el garrote justo por el medio. Tiraba de él hacia afuera utilizando el brazo como una grúa que levanta un peso y, una vez ya fuera, el miembro se desplomaba, ya bastante lleno, sobre la tela del pantalón.
-Aquí lo tienes. Es grande, ¿verdad? Pues aún falta hasta que se ponga bien gordo y duro. ¿Te gusta?
Entonces retiraba el prepucio, inclinaba el cuerpo hacia delante y esperaba a que el aroma del cipote llegase hasta su nariz. A continuación inspiraba con fuerza y exclamaba, con su voz grave, cada vez más caliente:
-¡Hmmmm! ¡Como huele! ¡Hoy viene bravo!
Se le ponía durísima y llena de venas.
Teníamos sexo muy a menudo, en muchos sitios. Me daba muchísimo placer. En el gimnasio llamaba mucho la atención su enorme manubrio. Una noche fuimos a follar al lado del mar, en las rocas. Se la metí hasta el fondo y sin compasión, deseoso de abrir su cuerpo en dos, de darle polla a él, que había sido bendecido con una verga prodigiosa. Sentía como las aristas del granito se me clavaban en las rodillas, que acabaron ensangrentadas, pero no quería parar. Al día siguiente, en el gimnasio, no tuve tiempo de buscar ninguna excusa: todos me sonreían e intuían que las heridas sólo me las podía haber hecho teniendo sexo salvaje con aquella bestia.
Con el tiempo lo dejamos. Al fin y al cabo, no todo en una pareja es follar, y en los otros aspectos nuestra relación hacía aguas. Entonces los conocidos del gimnasio me empezaron a confesar todas las habladurías y chistes que hacían:
-¿Sabéis por qué se han levantado las baldosas del suelo de las duchas? Fue el novio de Shazzan, que pasó arrastrando su polla.
-Cuando el novio de Shazzan se baña en la ducha de enfrente y se gira, tienes que hacer la ola para esquivar el golpe de su verga.
Sin embargo, jamás le conté nada de esto a mi novio de ahora. Conviene hacer borrón y cuenta nueva.