Sí estoy circuncidado. Me operaron a la edad de 20 años y Dios me ha permitido vivir sobrepasando ya los 60.
El motivo de la operación se debió a que algunos condiscípulos que, como yo, cursaban sus estudios profesionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, hacían uso de la alberca en sus instalaciones deportivas, y me instigaron a hacer lo mismo, pero para ello era necesario tramitar una credencial que permitiera el acceso.
Como requisito para obtener esa credencial se exigía la presentación de un certificado médico, el cual lo expedía gratuitamente el Centro de Salud (que era como un dispensario existente en el propio campus de la Universidad), una vez que el solicitante hubiera aprobado ahí el correspondiente examen, que consistía en auscultaciones, análisis clínicos, radiografías de tórax, etc.; así que, en cuanto mis compromisos escolares lo permitieron, acudí a que me hicieran ese examen.
El médico general que me atendió no encontró impedimento alguno que se desprendiera de los análisis clínicos, o de las radiografías que me tomaron, pero manifestó una enfática objeción en autorizar la expedición del certificado, ya que al auscultarme advirtió lo extenso de mi prepucio, pues sobresalía como cuatro centímetros, tal vez más, por debajo del glande estando la verga en estado flácido, objeción que él justificaba bajo el argumento de que al tenerlo tan largo no podía hacer uso de las instalaciones deportivas, específicamente, de la alberca. Me sugirió la circuncisión, o mas bien la condicionó para dar su aprobación.
Me hizo ver las ventajas que en mi caso tendría la operación. Me dijo que cuando el prepucio tiene esa apariencia se le llama “redundante”, y que podría practicárseme sin costo alguno en el propio Centro de Salud, a lo que accedí de inmediato porque en realidad me incomodaba ese excedente tan prolongado, muy parecido al apéndice que bajo el pico les cuelga a los pavos y que en México llamamos “moco de guajolote”. Me pasó enseguida al área de cirugía y ahí me citaron para presentarme a las seis de la tarde del miércoles de la semana siguiente.
Llegado el día, me operó el Doctor García, que entonces tendría aproximadamente la edad que ahora tengo. Proyectaba una imagen paternal que inspiraba tranquilidad y confianza. La anestesia fue local, y pude observar con curiosidad e interés casi todo el procedimiento quirúrgico que realizó con la asistencia de un pasante de medicina que estaba haciendo su servicio social.
De seguro el Doctor García tenía mucha experiencia en esos menesteres, pues ese día yo era el tercero de seis estudiantes que iba a descapuchar. Mientras nos llegaba el turno, la enfermera recepcionista nos comentó que el doctor circuncidaba diariamente cuando menos cinco chavos. Prospectos potenciales para circuncidar no le faltaban si consideramos que por esa época la UNAM tendría alrededor de 40,000 estudiantes.
Antes de que el cirujano comenzara a operarme me preguntó si se me irritaba o se me rozaba el frenillo durante las relaciones sexuales. Escuché con simpatía su pregunta porque efectivamente eso me acontecía con frecuencia. Me dijo que en esos casos recomendaba eliminarlo y así lo hizo.
Terminada la operación el doctor me dio algunos analgésicos y me dijo que los tomase en caso de que sintiera dolor, añadiendo en son de broma que eso podría suceder “…cuando se me paralizara el corazón…”.
El período post-operatorio no fue difícil sobrellevarlo. Quizás tuve suerte porque las inconveniencias fueron fácilmente tolerables y he sabido de amigos míos que después de su circuncisión adulta, han sufrido verdaderas torturas en tanto cicatrizan las cortadas.
Han pasado mas de 40 años y siempre he estado satisfecho con los resultados. No advertí pérdida de sensibilidad, como dicen algunos que les ha sucedido, sino al contrario, porque mis relaciones sexuales posteriores fueron más placenteras, ya con menos prepucio y sin frenillo. Es posible no haber tenido esa pérdida de sensibilidad porque afortunadamente el tipo o estilo de operación, fue del llamado “alto”, esto es, cuando el corte se hace alejado del glande, lo que hace que quede un área sensible que en mi caso, en erección, es como de una pulgada. Digo afortunadamente porque no sabía que existía un tipo “alto” y otro “bajo” y me alegro que haya sido “alto”.
Me siento mejor con el glande al descubierto. También veo mejor la apariencia de mi verga desde el punto de vista estético y esta opinión la comparte mi esposa.
Ah! Se me olvidaba. Por supuesto que me dieron el certificado médico y obtuve la credencial para utilizar la alberca y las demás instalaciones deportivas de la UNAM.
Perdón si rompí las reglas al excederme en la longitud de este mensaje. Pero, ¿acaso no es grato evocar la hermosa época de los veinte años, para comentar y evaluar la experiencia vivida sobre este tema de la circuncisión, después de haber transcurrido mas de cuarenta?