Muy bueno, kingkoño!
Lo de los olores es muy relativo. Creo que si uno se habitúa a una persona en concreto, acaba por reconocer y disfrutar de sus olores. A mí me gusta un cierto olor a polla. El de mi novio me excita mucho.
Pero (redundando ya en lo guarro) recuerdo también el caso de un amigo de antaño con el que nunca había tenido relaciones sexuales. Nos encontramos casualmente en un parque, al mediodía, cuando iba a coger el autobús (a tomar el autobús, no piensen mal en América). El caso es que como hacía un calor de mil demonios me quité la camiseta. El chico se excitó tanto (debía estar bastante caliente) que empapó las bermudas con el líquido preseminal que le salió. Tanto era que le cubría la entrepierna con una mancha enorme, de un tamaño mayor que el de una mano.
Me comió la polla en medio de los árboles. Cuando desenfundó la suya para que yo se la chupara, el olor, concentrado, ácido y fermentado como el mostrador de una pescadería con mercancía rancia de cuatro días hizo que me diesen náuseas y que casi le vomitase encima de la puta picha. Ni la toqué, claro está.
La que sí llegué a tocar fue la de un tipo en una playa nudista. Se acercó a mí con un rabo bestial, del que no dejaba de fluir una baba constante y espesa. Agarré con la mano tremendo garrote, lo acerqué a mí y entendí que preferiría el más maloliente coño antes que tragar semejante veneno corrosivo. El olor era insoportable. Me imaginaba que el tipo debía haber comido un surtido de toda clase de podredumbres para conseguir una peste tan penetrante y repulsiva.
Me disculpé como pude -aún a riesgo de quedar de calientapollas- y me fui a la orilla del mar. Me lavé los dedos con el agua salada. Todavía olían fuertemente. Entonces los lavé con algas. Pero fue en vano. A continuación me los froté con arena mojada, para ver si rascando se iba la tufarada, y nada. Al llegar a casa corrí a lavarme las manos, a conciencia, con fuerza. Incluso me las bañé en alcohol. La hediondez no desaparecía ni tenía trazas de querer hacerlo. Lo dejé por imposible, sabiendo que tal vez fuese cuestión de horas.
A la mañana siguiente llevé los dedos a la nariz para comprobar si la pesadilla había terminado. Aún olían a vísceras maceradas de pescado! ¿Cómo es posible tanto cerderío? ¿De dónde había salido ese laboratorio andante de armas de destrucción masiva?
Abrazos perfumados!