A los seis meses y medio de la segunda operación, se realizó la tercera.
Debo decir, que a esta altura, mi pene se había acortado dos centímetros y medio. Mi desolación, era total.
Nuevamente, mismo lugar y mismo equipo.
En este caso, la asistente ya no me miraba con un dejo de conmiseración, sino con una profunda lástima declarada.
El episodio transcurrió sin anormalidades, aunque otra vez debí soportar los tirones que le daban a mi pobre pene.
Cuando todo terminó, el cirujano me preguntó si yo era “impresionable”. Le contesté que no, que en realidad no lo era, entonces me mostró lo que habían removido de mis entrañas: las famosas adherencias. Por supuesto que no pienso abundar en detalles.
El post operatorio ya me resultaba conocido, de manera que, si bien no fue mejor que el anterior, lo pasé más cómodamente.
Abreviando un poco, para que la historia no se haga más larga de lo que ya es de por sí, les diré que esta última operación logró recuperar sólo un centímetro de los dos y medio que había perdido.
Luego de varios meses y totalmente repuesto, mi pene había quedado entre uno y uno y medio centímetros más corto que antes de comenzar esta maratón de cirugías.
Necesitaba una segunda opinión.
Concurrí al instituto de nombre rimbombante a ver a la doctora “X”, pues a esta altura ya no me importaba nada lo que pudieran cobrarme, estaba dispuesto a vender lo que hiciera falta con tal de arreglar lo que me habían hecho y recuperar (con algún plus si se podía) mis medidas originales.
Le expliqué a la doctora “X” mi situación y al terminar mi exposición, la doctora “X” me miró largamente y me espetó:
-“Siento mucho lo que le pasa, pero nosotros no aceptamos recidivas* de médicos que no pertenezcan al instituto”.
- “Pero entonces ¿No tengo solución?”
- “No, lamento decirle que no la tiene”.
Recuerdo que salí del instituto que quedaba cerca de Santa Fe y Callao, en pleno Barrio Norte de Buenos Aires, entré a una confitería, pedí un café y me quedé meditando sobre mi situación.
Tenía dos opciones: resignarme y circular por la vida con un pene más chico del que la naturaleza me había dotado (amén del fracaso personal); o comenzar a interiorizarme del tema, estudiarlo y conseguir, finalmente, algún método que me permitiera desandar el camino del fracaso.
Mi presencia en este Foro, es prueba contundente de cuál de las dos opciones elegí.
Próximo: Comienza el camino del éxito.
*Recidiva: (Medicina) Reaparición de una dolencia que supuestamente se había solucionado.