Queridos amigos:
Gracias a todos los muchachos que se han tomado el trabajo de hacer algún comentario.
Lo que sigue a continuación, no tendrá tanto formato de relato porque ya son temas conocidos por todos ustedes. Lo de las cirugías eran hechos puntuales que viví en su momento y que fueron (supongo) útiles de relatar porque, en proporción, los ha vivido muy poca gente.
Luego de tamaña frustración, pasó bastante tiempo en el que no hice nada al respecto, estaba desencantado con el tema y bastante desanimado.
Sin embargo, siempre tenía presente los jelq (que todavía ni sabía que se llamaban así) que había realizado después de la primera operación y que me habían dado la impresión de ser una maniobra muy interesante.
Mis medidas iniciales, antes de comenzar a hacer cualquiera de las cosas que he relatado eran 16 BP x 13,5.
Luego de la seguidilla de operaciones, y como resultado final después de un año y medio (o sea totalmente recuperado), había quedado de 14,5 x 13,5 aproximadamente.
La circunferencia se había mantenido, pero tenía prácticamente un centímetro y medio menos.
Ustedes dirán, bueno… tampoco es tan dramático… Sí es cierto, pero si le suman los dos o tres que pensaba obtener con la cirugía y no obtuve, suman cuatro y eso sí es muchísimo en un pene de ese tamaño (Independientemente de sentirme el tipo más pelotudo del mundo).
Como decía más arriba, pasaron algunos años, hasta que un día, arreglando el altillo de mi casa, encontré mi vieja bomba de vacío. En ese momento, se me despertó nuevamente la inquietud:
-¿Y qué pasa si combino el “ordeñe” (como yo llamaba a los jelq) que alguna vez hice, con la bomba?
Y me puse manos a la obra. La bomba tenía la “perita” de goma reseca y ardida, no servía más; y el sello de látex estaba roto, tampoco servía. Pues bien, no fue obstáculo.
Saqué la “perita” y comencé a chupar como un demonio del cañito ¡Hacía un vacío fabuloso! Como tenía agarrado el cañito con la mano cerca del extremo, en cuanto llegaba al máximo vacío que daba mi boca, lo retiraba e inmediatamente le tapaba la punta con el dedo pulgar para que no se escapara el vacío ¡Era toda una técnica! Y como no tenía sello, clavaba el cilindro de acrílico contra el pubis para que no perdiera ¡Dios mío! Cuando me pongo a pensar en todo eso ¡Qué cosa primitiva! Pero lo hacía con ganas.
Compré una crema llamada “Crema de Ordeñe” y que se utiliza exactamente para eso: para ordeñar vacas. Y con eso le daba. Meta y ponga no más.
Y pensaba:
-“¡Yo te voy a hacer crecer, h. De p.”
Al principio, luego de unos pocos minutos, terminaba con un buen efecto “donut” en el prepucio, pero yo observaba que, con el correr de los días, podía aumentar el tiempo sin que esto pasara. Cuando llegué a media hora, ahí me mantuve.
Quedaba un morcillón considerable.
Cuando terminaba el ordeñe, le daba a la bomba. Todo el tiempo que pudiera. Cuando veía que comenzaba a edematizarse el prepucio, cortaba.
Con mis altos y bajos, continué con este sistema durante dos o tres años.
Y digo altos y bajos, porque había épocas que no hacía nada. Luego me fanatizaba nuevamente y por varios meses le daba sin asco.
Pero yo veía que, cuando retomaba, inmediatamente el pene adquiría el ritmo, no necesitaba comenzar de cero.
En resumen, a los tres años de realizar este sistema, había recuperado lo perdido en las cirugías, estaba otra vez en 16 BP; y había ganado en circunferencia, habiendo superado ya los 14 cm.
Yo estaba feliz. Me sentía como si tuviera un pene de un metro. Me faltaba mostrarlo en la calle, nada más.
Hasta que un día se me ocurrió ¿Y si le cuelgo algo para estirarlo?
Próximo capítulo.